La falta de dinero no ha impedido que Remigio Hernández haga un arte sorprendente. Sin formación ni acceso a suministros, el artista cubano transformó su destartalado hogar en un museo con esculturas hechas de trozos de aluminio, bustos moldeados de barro y retratos pintados en televisores desechados.
El Museo de Baby, en la tranquila ciudad de Morón en el centro de Cuba, lleva el nombre de la difunta esposa de Hernández, Bárbara, o “Baby”. En una escultura de tamaño natural, ella galopa en un corcel blanco hacia el paraíso. En una pintura, ella es la Mona Lisa.
“Voy buscando cosas arrojadas en la basura, aluminio, cartón, y encuentro formas de reciclarlas”, dijo Hernández, apodado localmente “El Van Gogh de Morón”.
Frunciendo el ceño, el hombre de 64 años contó que está feliz de carecer de dinero en un mundo donde la codicia y la ambición han causado tantas guerras y tragedias. La familia y la religión son su tema.
“Yo quiero apartarme de todo esto y dedicar mi pintura a la pobreza, la humildad”, dijo. “Yo lo que tengo es historia, yo considero que la historia es más grandiosa que la fama”, agregó.
Hernández ha vivido solo con sus perros desde que su esposa murió hace tres años. Se gana la vida dándole a autos y paredes una nueva capa de pintura o pintando pequeños paisajes y retratos.
Pero en un país donde el salario promedio del Estado es de alrededor de 25 dólares por mes, sus clientes le dan lo que pueden, a veces sólo le donan la pintura sobrante. Consigue los alimentos básicos de la “libreta de racionamiento” y los complementa con plátanos y mangos de su patio trasero.
Su pasión por hacer arte lo llena. Hernández no tiene colchón, sólo un marco de cama cubierto con hojas de metal. Cuando un conocido le dio un pedazo grande de cartón para que estuviera un poco más cómodo, lo utilizó en su lugar para pintar una escena religiosa inspirada en un lienzo de El Greco.
“No puedo dejar de pintar porque es algo que me nace”, dijo.
Los maestros europeos El Greco, Rembrandt, Da Vinci y Van Gogh están entre los artistas que lo inspiran. En su oscura cabaña tiene montones de libros y revistas sucias que le han dado o ha encontrado en la basura.
“Tengo algunos libros, pero me gusta hacer cosas originales mías”, contó. “Mi primer maestro fue la vida”.
nrv