Asombra el incremento espectacular del cáncer testicular en jóvenes menores de 25 años. Hasta hace unos años, fuera de los ambientes sanitarios, nadie trataba de este tema. Debido a la fortaleza de los jóvenes, esta enfermedad explota de manera súbita y con amenazantes metástasis. Es conocida la espectacular agresión mediante quimio y radioterapias, reserva de esperma y la intervención quirúrgica que provoca conmoción en el paciente, en su pareja y en sus familiares. Resulta dramático saber que sólo podrá tener descendencia mediante una inseminación que obliga a vivir pendientes de los bancos de esperma.

Los estudios indican diversos problemas de salud sistemáticamente asociados a los tóxicos persistentes, entre ellos los derivados de su actividad promotora de varios tipos de cáncer y de su actuación como disruptores endocrinos. La capacidad de estos compuestos para afectar al sistema hormonal les permite desregular funciones básicas del organismo y producir importantes efectos sobre el cerebro, la pituitaria, las gónadas o el tiroides. Como consecuencia, los PTS afectan al desarrollo de los fetos y recién nacidos, causan la pérdida de calidad en el esperma e incrementan la incidencia de diversas enfermedades neurológicas o endocrinológicas, con efectos tan llamativos como el adelanto de la pubertad en las chicas.

El Programa Ambiental de Naciones Unidas en un interesante sigue evaluando su situación  (www.chem.unep.ch).

Muchos de estos productos están al alcance de cualquiera, a pesar de su peligrosidad. Algunos, como el lindano, se venden en las farmacias como componente de productos antipiojos, ladillas y contra la sarna. Otros, como el endosulfan, forman parte de la composición de más de 80 productos insecticidas de uso habitual en la agricultura. El informe de Naciones Unidas alerta del uso de pesticidas estrogénicos en amplias zonas de América central. Se sabe que el endosulfán interfiere en la actividad de los estrógenos y aumenta hasta cuatro veces las posibilidades del cáncer de mama. Preocupan productos como el Bisfenol A, uno de los disruptores endocrinos más activos, que se usa en grandes cantidades en Europa como base de los policarbonatos, los plásticos rígidos con los que se fabrican desde los CD a los biberones.
Los factores desencadenantes del cáncer testicular trajeron de cabeza a los científicos hasta que, en el Hospital Universitario de Örebro (Suecia), lograron establecer una conexión causal entre esta enfermedad y la exposición que sufrieron sus madres, decenas de años atrás, a substancias químicas como los PCB, el hexaclorobenceno o el clordano que transmitieron estos tóxicos a sus hijos durante el embarazo y la lactancia.
La alarma se ha disparado ante la dramática multiplicación de casos en países tan avanzados en cuidados sanitarios como los europeos. Nos estamos acostumbrando al incremento de los cánceres de mama en mujeres cada vez más jóvenes, y crece la sospecha de que existe una relación causal con la ingesta de alimentos precocinados, congelados, o de la llamada comida basura.

También tiene una enorme importancia la exposición a un medio ambiente degradado por los carburantes y por el salvaje incremento de las emisiones de CO2 procedentes de industrias que se niegan a aplicar las medidas acordadas en la Conferencia de Kyoto.
Mientras tanto, la publicidad nos satura hasta hacernos creer que el que no tiene coche casi no es persona, porque impera la nueva moral que sostiene que “no tener es pecado”.
La capa de ozono se degrada ante la inactividad de las autoridades cuya primera obligación es cuidar del bienestar de los ciudadanos. Y la mayor prioridad es una vida sana pues, sin ella, no es posible vivir en libertad y ejercer el derecho a la búsqueda de la felicidad.

Se ha hecho creer a los habitantes del Sur que, si imitan nuestro modelo de desarrollo, pasarán de “países en vía de desarrollo” a “países desarrollados”. Esto es una falacia pues los países del Norte sociológico no podríamos mantener nuestro nivel de vida, de consumo y de despilfarro si no fuera porque explotamos las materias primas que extraemos de esos países empobrecidos al precio y en las condiciones que imponemos. La Unión Europea necesita importar más del 60% de las materias que necesita para mantener su industria. Por otra parte, es falso que el “subdesarrollo” sea un estadio en el camino hacia el “desarrollo”. Es una excrecencia de un seudo desarrollo explosivo y letal, para personas y para el medio ambiente en el que vivimos, nos movemos y somos.

Si para convertirse en “desarrollados”, China e India tuvieran que disponer, proporcionalmente, del mismo número de coches,  y de motocicletas o de refrigeradores que los europeos o los norteamericanos la capa de ozono no resistiría ni veinte años.

Los investigadores médicos se muestran muy críticos ante esta situación y alertan del peligro sanitario en que estamos inmersos.

José Carlos García Fajardo