Al contrario que Ben Bernanke, anterior presidente de la Reserva Federal, su predecesora, Janet Yellen, es una convencida de que la política monetaria debe ser menos expansiva sobre todo para reforzar la recuperación económica vía el ahorro externo.
Y Yellen desde que asumió el cargo de dirigir los destinos de la política monetaria estadounidense (y prácticamente dictaminar lo que los otros bancos centrales del mundo secundarán) ha mostrado que quiere hincarle el diente a las tasas de interés.
Tiene muy mala pinta: la economista busca romper la atonía de los tipos de interés ubicados en el 0% y 0.25% y ahora que Estados Unidos ha mostrado un PIB en recuperación, para que el paciente termine de engordar, habrá que dotarlo de una buena dosis de vitaminas vía flujo de capitales externos e inversiones -directas e indirectas.
Es tiempo de “aspirar” el capital internacional llevando a los ahorradores a ubicarse en la zona dólar y sobre todo hacia los siempre confiables Treasury Bonds.
La próxima reunión de la FED, el 18 de marzo, es casi probable que termine con el anuncio de un incremento -por vez primera desde 2008-, de las tasas de interés americanas.
El efecto boomerang está siendo anticipado por los mercados internacionales: en las mesas de inversión los especialistas asesoran instrumentos en dólares, la masa crítica será posicionada en la divisa verde.
Los bonos del tesoro son la primera opción porque suman rentabilidad a mediano y largo plazo y porque es una prueba fiable de que la economía americana encuentra siempre tanto en la política monetaria, como fiscal, los pivotes necesarios para salir avante.
El 2015 es el año de la solidificación del PIB estadounidense. La implicación para otras economías industrializadas así como emergentes es clara, con todo y los doble déficits de la Unión Americana y la amenaza de la economía China, Estados Unidos es… Estados Unidos.
En unos días más podríamos atestiguar el retorno de los tipos elevados, luego de que éstos empezaron a bajar la pendiente desde aquel 22 de enero de 2008 cuando Bernanke anunció un recorte de tres cuartos de punto porcentual para ubicar las tasas de referencia en 3.5 por ciento.
Desde entonces la FED cimentó su política monetaria expansiva utilizando dos instrumentos para apuntalar la recuperación: 1) Un dólar barato. 2) Tasas de interés tan pero tan bajas que la gente en vez de ahorrar opta por comprar y gastar (a favor de la demanda interna) y fomentar la solicitud de nuevos créditos para viviendas, al consumo, para viajes, autos, etc (obra también en favor de la demanda interna).
Pero esta vez las cosas cambiarán: el fortalecimiento de la divisa americana es el primer síntoma, es la antesala de la vuelta a la normalización de las tasas de interés.
Estados Unidos necesita liquidez y ésta provendrá de la mano de los capitales extranjeros vía inversiones de todo tipo, ahorros, compras o gastos. ¿Qué impacto tendrá en los demás mercados?.
Ya lo estamos viendo. En Europa, el Banco Central Europeo (BCE) estará en la disyuntiva de que no debe subir las tasas porque la economía de la Unión Europea y de la eurozona no termina de recuperarse.
No sabemos todavía cómo reaccionará Japón, Gran Bretaña o Suiza. Lo que sí es que los países emergentes, al menos los más ligados a la economía estadounidense, como México secundarán el alza de tasas; más tarde que temprano.
A COLACIÓN
Hay varios problemas: que se fortalezca el dólar y suban los tipos de referencia americanos son la peor noticia para las economías emergentes. El desplazamiento de capitales es la peor pesadilla. Una fobia que será desatada por la próxima decisión de la FED.
En el horizonte, para México fungirá de óbice para que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, no vuelva a lograr por tercer año consecutivo su pronóstico de PIB.
Y es que en este escenario tenso y volátil por los petroprecios, dólar fuerte y tasas con esas tres variables tiene más que suficiente máxime que ni Presidencia, Hacienda ni Banco de México, han hecho movimientos a favor de anticiparse a los efectos perniciosos.
La tibia reacción, más de un trimestre después, viene de la mano de Hacienda con una subasta de dólares para tratar de evaporar un poco la olla de presión en el mercado cambiario con un peso cercano a los 16 pesos por dólar.
En diciembre pasado, la moneda azteca, tocó los 14 pesos y eso puso en alarma a los analistas, sin embargo, Hacienda reaccionó diciendo que “había suficiente liquidez en el mercado cambiario y que todo volvería a la normalidad”.
Empero, no fue así. El viernes 13 de marzo, el tipo de cambio cerró en 15.80 pesos por dólar. Para la economía mexicana, la industria maquiladora es una de las piedras angulares y por ende, resiente el impacto contable por importar insumos y piezas a precios más elevados.
Se expone a un riesgo cambiario a todas las empresas de todos los tamaños vinculadas con el sector exportador y ello se traslada a los costos, después a la nómina finalmente al recorte de personal. A nivel macro, impacta la inflación y la pérdida de poder adquisitivo en una población de por sí mermada.