LO QUE MENOS IMPORTA, SON LAS CLASES
A pesar de que el gobierno del estado es un amable rehén de los matriculados en las diferentes “normales” del estado, las acciones de presión se están volviendo cotidianas. Estos rufianes, futuros “enseñadores de la niñez michoacana”, ahora están exigiendo al gobierno del estado, que se les exonere de los delitos de que están imputados y se determine su libertad absoluta, es decir, que se les absuelva de cualquier responsabilidad. A medida de que estos sujetos aumenten sus medidas de presión, el gobierno de estado se pone a temblar y a pensar como “complacer” a sus demandantes. Es curioso. La preocupación del gobierno del estado y sus “amables” funcionarios, es cómo complacer a los normalistas, sin que se vea muy feo, cuando la obligación constitucional es preocuparse como lograr la aplicación de la Ley sin distingos y sin preferencias. La pregunta es: Sí de todas maneras va el Gobierno del Estado a ceder a los caprichos de los normalistas, ¿para qué permitir que sigan agrediendo a la sociedad? Que les den lo que piden y ya, cada quien a importunar a mamá y punto. Total, regresen al punto inicial de las demandas: No a la reforma curricular, ¡complacidos! Sí al otorgamiento de casi mil plazas automáticas a esos huevones: ¡complacidos! El otorgamiento de recursos para “reparar” los daños a las pobres víctimas estudiantiles, sufridos por el ataque de la policía: ¡complacidos! Denles los 20 milloncitos que piden, una mancha más a tigre no se nota. Ahora. Libertad absoluta a los acusados de diversos delitos: pues que el gobernador como sabe hacerlo, que le dé órdenes al Presidente del Supremo Tribunal de Justicia y que el magistrado que tiene en sus manos la apelación del auto de formal prisión de los huevones, que dicte la libertad absoluta y asunto concluido.
QUÉ PENA… DEVERAS QUÉ PENA
El Ejército mexicano, se ganó durante décadas el respeto de la ciudadanía, por que sus miembros son personas de honor, de respeto, de hombría, de gallardía, en fin, un sinnúmero de cualidades, pero sobre todas ellas, resaltaba el absoluto e irrestricto respeto por las leyes y su cabal cumplimiento. Ahora, qué pena da ver a algunos integrantes de las fuerzas armadas, que se desplazan por las ciudades y no respetan las leyes, ni siquiera las simples del reglamento de tránsito. Ahora les ha dado por utilizar los códigos de emergencia, estrobos y sirena, para solo poder pasarse un alto, o como dijera el perfecto, una luz roja. Qué pena, qué vergüenza, que integrantes de una de las instituciones más respetadas por los mexicanos, se conduzcan como rufianes y atropellen, con el mal uso de la ley y la fuerza, los derechos de los demás. Qué pena…