Hasta de la violencia y la política del miedo se puede hacer negocio. Allá donde quiebran empresas, se trasladan personas a otros sitios y cierran negocios por la inseguridad y el ambiente de violencia, implica para otros, una oportunidad.

La proliferación de la inseguridad en México es caldo de cultivo para todo tipo de acciones delincuenciales no es únicamente aquellas derivadas de la actividad del narcotráfico, también están las del ámbito financiero donde no se da tregua a pesar de la constante incorporación de medidas en las instituciones financieras para salvaguardar a sus ahorradores y clientes.

El horno no está para bollos. En las Antípodas del mal, el país lleva una larga estancia que no parece tener final feliz. De acuerdo con el INEGI y “La encuesta nacional de victimización y percepción sobre la seguridad pública” de siglas Envipe, en 2013, se cometieron 33.1 millones de delitos en contra de personas mayores de 18 años de edad.

Al menos 10.7 millones de hogares padecieron el año pasado, que uno de sus miembros fuera víctima de la delincuencia.

Pero además el INEGI aportó el costo nacional estimado a consecuencia de la inseguridad  y el delito en 2013, uno que implicó el 1.27% del PIB, esto es, 213.1 mil millones de pesos.

Estoy segura que esta cifra le parecerá pequeña, amigo lector, y claro que lo es, dado que en la encuesta de victimización, el INEGI, no incluye los costos y daños directos y colaterales derivados del narcotráfico; tampoco mide a la delincuencia organizada ni al tráfico de indocumentados.

De hacerlo, el impacto en el PIB sería mucho mayor, dada la cantidad de dinero negro en dólares que movilizan estas tres deleznables actividades que deberían ser castigadas con mayor rigor por la ley y  la justicia.

Y es que la política del miedo está retrotrayendo a la microeconomía, afectando a las personas y familias en sus expectativas y proyectos.

El golpe moral en el sentimiento del mexicano ante los acontecimientos execrables y horrendos de Iguala se dejará sentir en los próximos meses y no es para menos si la noticia vista desde fuera provocó estupor e indignación (todos los periódicos españoles desde el ABC, El País, El Mundo, La Razón recogieron la triste noticia de las fosas clandestinas con personas masacradas brutalmente); ahora, vivida desde dentro,  generará pesadumbre y mayor desconfianza.
A COLACIÓN

Para muchos esto es una oportunidad de negocio por que ante el temor y la escalada de inseguridad no queda más que protegerse y eso implica que seguirá detonándose la expansión de todo tipo de empresas y servicios para tal propósito.

El mercado del blindaje es uno. Mientras que los autos blindados de segunda mano buscan un nicho entre la clase media alta y media promedio con aspiraciones; la ropa blindada también se va poniendo de moda.

Hace ocho años que desembarcó en México, el colombiano Miguel Caballero y lo hizo después de empezar a tener cierta clientela entre políticos y empresarios que se enteraron de un emprendedor  que en Colombia diseñaba y fabricaba desde ropa cotidiana hasta lo más sofisticado para el cuidado  personal de hombres, mujeres y niños.

Caballero no tardó en abrir su tienda en Polanco, justo en Aristóteles 92 y tomar México como plataforma  para Estados Unidos, país al que también está llegando con sus diseños.

Desde políticos, empresarios hasta gente con dudoso perfil pero con dinero acude a dicha tienda eso sí con la consigna de confidencialidad para elegir  su ropa de día o  para la ocasión. Los precios, lo más barato, parte desde los 500 dólares y de allí para el real.

Hay que tener dinero para protegerse y proteger a los suyos con estas prendas y es increíble que existan ya modelos de mochilas para los niños entre muchas más piezas de moda infantil.

La ropa interior, tanto de caballero como dama, se encuentra disponible en su versión blindada en la tienda de Aristóteles y con la tecnología y el know how prácticamente Caballero puede diseñar cualquier cosa.

A simple vista no existe ninguna diferencia entre una falda común y corriente a otra blindada; tampoco entre una camisa para traje normal y otra con protección antibalas.

Y créame que  se llevaría una sorpresa si supiera   que muchas de las guayaberas de diversos políticos también están blindadas, al costo mínimo de 5 mil dólares.

Aunque como dice Caballero, si se tiene dinero, la vida no tiene precio. Y claro, como digo yo, el miedo no anda en burro.

Lo más triste es que debería ser una pesadilla, un hecho anecdótico de un México de hace muchos años, décadas. Lo doloroso, es que se trata del mosaico actual de un país adorable.