No hay un político que sepa dar respuestas tranquilizantes, ni acciones instrumentadas en política económica que lleven a pensar que existe una verdadera intención en el bienestar del ciudadano y de la familia. Subsiste el interés de mantener lo cuantitativo por encima de lo cualitativo.
Tampoco se trata de privilegiar lo segundo por encima de lo primero, me parece que todos coincidiremos en el punto de mantener lo más sanas posibles las cuentas económicas.
Las diferencias de opinión bifurcarán en el cómo, aquí es donde el debate social vuelca candente y en lo político raya en lo ideológico a tal grado que órbita entre el populismo, la demagogia; la ortodoxia o el pragmatismo.
La realidad es que cada crisis deja una estela de víctimas sociales, desamparados del sistema y hay más resistencia económica para salir tan pronto como sea del agujero negro.
Ello tiene una implicación en la dramática recuperación de los niveles cuantitativos y cualitativos de la familia. Simplemente hagamos la comparativa con la economía familiar de nuestros padres que tenían muchos más hijos y menos preparación académica que las generaciones actuales.
Mientras en lo económico persiste ese desencanto tanto en lo individual como en lo colectivo, la gente intenta tomar el control de su economía.
Honestamente creo que con crisis económicas cada vez más recurrentes y ciclos de recuperación más aletargados, nuestra memoria como homo economicus debería tenernos constantemente en sobre aviso de lo relevante de cuidar las finanzas personales y familiares.
Empero, no aprendemos. Esto es más que un ejercicio de prueba y error. Somos culpables por dejarnos seducir por el consumismo, el espejismo de querer tenerlo todo -o casi todo-, y creer que en la posesión de las cosas y bienes materiales lleva implícita la felicidad.
¡Qué equivocación más grande! En el mundo hay millones de familias ahogadas por los altísimos niveles de endeudamiento adquiridos por llevar un tren de vida que no pueden pagar con su ingreso y se endeudan para pertenecer a una sociedad consumista que no conoce fronteras.
Como economista, siempre subrayo en mis conferencias, esos grandes errores cometidos por los asalariados que sueñan en imitar y convertirse en la otra clase de los propietarios de medios de producción o de grandes fortunas que incluso suelen ser más cuidadosos (algunos hasta tacaños) en su forma de gastar que las familias asalariadas.
Los asalariados solemos dibujarnos un mundo de bienestar tan ficticio que revienta de forma pasmosa a la primera crisis dejando en una situación vulnerable e indefendible cuando reparamos que sin el salario quincenal no hay forma de pagar la hipoteca, ni el crédito automotriz, ni las 5 o 6 tarjetas de crédito.
En verdad lo creo, cometemos muchos errores, uno de ellos realizarnos a través del crédito, vivir década tras década con el estrés de pagar una hipoteca y ser presas fáciles de todas las supuestas ofertas de los centros comerciales así como seguir las tendencias de la moda.
Los parámetros de una realización económica llevan mucho tiempo trastocados y las generaciones más jóvenes corren el mismo riesgo que sus padres de seguir el mismo patrón de consumo.
A COLACIÓN
Esta es nuestra responsabilidad y no la del gobierno: educar a nuestros hijos para estar siempre preparados ante una crisis económica, alejarlos del consumismo de masas y enseñarlos a elegir. Decirles que la calidad no significa cantidad, que el ser humano no es más feliz entre más posea y que cuando te toca morirte lo haces aunque vayas en primera clase.
Hay que mantener el control de las finanzas para ello hay que replantearse los esquemas de ingreso-gastos personales y familiares. Para disfrutar no es necesario siempre gastar o poseer.
Yo propongo una vuelta a lo básico, pensar y repensar una decisión de consumo, no más carros de la compra llenos de comida basura ni de falsas promociones; no sucumbir a las tentaciones de la temporada de ofertas en los que se adquieren ropa y complementos que no se requieren, ni combinan, ni nos van.
Hay que aprender a elegir, tomar una opción, es uno de los principios más racionales de la economía, ciencia que trata de la administración y distribución de los recursos escasos.
Estos días de compra de largas listas de útiles escolares, mochilas y uniformes, le pido, amigo lector, no recomprar muchas cosas que sus hijos tienen a la mano y que bien pueden sacar provecho.
De lo que se trata es de hacer rendir el dinero y recuperar los lazos afectivos por encima de los materiales. Medítelo.