A diario convivimos con el polvo. Está presente en todo lugar causando distintos efectos desde alergias hasta desesperación al pensar en las horas que pasaremos intentando sacarlo de nuestra casa. ¿Imaginas algún aspecto positivo de este inevitable compañero?
Ágústa Sveinsdóttir vio en el polvo un material para elaborar obras de arte, específicamente joyería. En su colección Dust, la diseñadora buscó explorar la naturaleza de la transformación de las cosas y cambió radicalmente la visión que tenemos de él.
Anillos y pulseras fueron creados de este material intercambiando la idea de considerar el polvo como inservible por una más positiva: algo que todas vamos a querer conservar. Para ello se usó un adhesivo biodegradable que le dio consistencia y se colocó como un detalle en la joyería.
Con el tiempo, esta pieza vuelve a desintegrarse y convertirse en lo que inicialmente era, polvo, cerrando el ciclo de transformación.