De 5 minutos a una hora puede durar este periodo de somnolencia aguda que entre los oficinistas se ha hecho llamar el “mal del puerco”.
Clásico que sales a comer, con prisas y no precisamente un menú balanceado, regresas al escritorio y sientes que el ojo derecho no deja de mirar el izquierdo, que el monitor tiene una especie de embrujo que te indica con voz bajita: “duerme, duerme, duerme…” y así hasta que de pronto despiertas y con dolor de cuello porque acabas de perder la compostura.
Mojarte la cara es tu opción, así que regresas con la frente mojada a tratar de seguir con ese pendiente, y de pronto las risas te sacan del quinto sueño en el que entraste, y que sirvió para que algún compañero te hiciera una foto que pronto será un meme.
El mal de puerco no es un embrujo, de hecho se debe precisamente a la ingesta de alimentos que haces previo a este momento, y a los hábitos poco adecuados que tienes para seleccionar tu menú.
Este mal, dicen los médicos, ataca más a los oficinistas porque después de la comida, lo que sigue es volver al escritorio. Todo es provocado por el proceso post prandial, que conocemos como digestión, el cual demanda que parte de la sangre se dirija a los vasos que están alrededor del estómago y los intestinos, que en ese momento están ocupados en absorber los nutrientes y desechar el resto.
Durante el proceso de digestión, disminuye incluso la cantidad de sangre que fluye al cerebro. Comer mucha azúcar o carbohidratos invita a que el mal de puerco sea más pesado.
Una caminata de 10 minutos, posterior a los alimentos, puede ser un buen remedio para evitar ese momento bochornoso en el que llegas hasta a cabecear. Más vale prevenir, que luego aparecer en algún meme, ¿no crees?