Hoy el país está de fiesta y, como canta el poeta, se viste de percal y abalorio.

Se festeja el CI aniversario de la promulgación de la Constitución Política constituida como resultado inmediato del movimiento armado de 1910, más conocido como Revolución Mexicana.

Mas curiosamente, ese Estado benefactor, centro, director y guía de la sociedad ha desparecido, casi y ahora su papel se ha transformado para convertirse en un testigo, en un facilitador del cambio, del desarrollo, de la evolución de la sociedad y, después de una economía mixta, a la mexicana, se ha aceptado=impuesto la economía de Mercadeo, donde operan las leyes del mercado y la conducción del Estado.

Los llamados pilares del cambio y de la estabilidad social de México – los artículos constitucionales 3°, 24°, 27°, 28°, 30°, 123° – han sido renovados por algo que se llaman reformas estructurales, cuya función legal es normar el proceso de cambio de un formato económico social a otro, llamado neoliberalismo, en el cual, las distorsiones sociales y económicas son más agudas, evidentes y enormes, provocando desigualdades e inequidades en la distribución de la riqueza.

Sin embargo, se debe festejar la promulgación de la Constitución de 1917, pues permitió la transformación de nuestro país y evolucionar de un Estado-sociedad rural a uno industrial y transitar a otro Estado comercial más multilateral.

Lo oscuro de este proceso fue que los líderes sociales federales en funciones en 1982-1988 y siguientes – presidente de la República, miembros del H. Congreso de la Unión y el poder Judicial – no consultaron a la sociedad nacional y el proceso de cambio de la sociedad fue detenido, parado en seco, sin ninguna explicación, solamente destruyendo la idea de Estado nacionalista, democrático y popular por corrupto, ineficiente, oneroso y lento.

Curiosamente, en treinta años de iniciado la revolución incruenta, los fantasmas de la pobreza y la miseria no han desaparecido y nos niveles de desarrollo y equipamiento urbano son insatisfactorios para una población superior a los 100 millones de habitantes. Ciertamente se ha avanzado bastante, pero queda el interrogante cuya respuesta jamás tendremos: ¿estaríamos mejor, igual o peor con el Estado nacionalista, popular y democrático o estamos mejor y estaremos aun más poco a poco?

Sin tener esas respuestas debemos festejar al cuerpo legal que colocó las bases para la construcción del México moderno, antecedente del México actual y que deseamos para el futuro.