Unas 400 mujeres comparten en Alemania el sueño de poner un pie en el espacio. Su deseo se podría cumplir gracias a una iniciativa privada que ha sacado adelante Claudia Kessler, una técnica aeroespacial que pretende dar un vuelco al mundo aeroespacial, hiperrepresentado por figuras masculinas.

Kessler ha lanzado una campaña que tiene como objetivo elegir a la primera mujer alemana que tendrá el privilegio de ser formada como astronauta y de volar a partir de 2020 durante diez días al espacio para participar en una misión en la Estación Espacial Internacional (ISS).

“Con soñarlo solo, no basta”, asegura Kessler. Ella colabora con los departamentos de recursos humanos de empresas altamente especializadas en tecnología espacial. Asesora a compañías del sector, pero lo cierto es que preferiría viajar al espacio.

“Yo he estado siempre en el momento equivocado a la edad equivocada”, se lamenta. Cuando el hombre llegó a la Luna, en 1969, tenía cuatro años.

Con su iniciativa “La Astronauta”, Kessler quiere darle la oportunidad a otra mujer. Por el momento, cientos de chicas han presentado su candidatura y están a la espera de que se resuelva el proceso de selección.

El gran número de féminas que optan al puesto le reporta grandes satisfacciones. Durante meses han pasado por sus manos los currículums de mujeres pilotos de combate, de ingenieras o de médicas. Entre ellos, se encuentra también el de la geofísica Christiane Heinicke. Esta científica ha participado con otros cinco investigadores en un experimento de la NASA de un año de duración en el que se simulaba la vida en Marte.

El 14 de septiembre será una fecha clave: durante esa jornada, docenas de candidatas, de las más de 400 que se han presentado al proceso, serán presentadas en Berlín. Más adelante, a finales de mes, la lista se acortará y sólo 90 pasarán a una segunda ronda. Ya en octubre, la Agencia Aeroespacial alemana (DLR) comenzará con la fase de pruebas psíquicas y médicas. Antes de marzo de 2017 debería estar elegida la candidata y, si fuese posible, la financiación.

Quizás Nina Mehrkens resulte elegida. Esta joven acaba de terminar su doctorado en química bioinorgánica. Su tiempo libre lo pasa muy cerca de las estrellas, porque disfruta con la observación astronómica. Ella está dispuesta a darlo todo para poder dirigir un experimento químico en la ISS. Es por eso que ha decidido enviar su currículum a la Agencia Espacial Europea (ESA), pero cuando se abrió la última convocatoria estaba todavía estudiando y no está claro cuándo volverá a convocarse una nueva oferta.

En Alemania, a diferencia de otros países como Estados Unidos o la antigua Unión Soviética, nunca se ha dado un gran bombo publicitario al mundo aeroespacial. Durante la Guerra Fría, la conquista espacial se convirtió en una cuestión ideológica. No obstante, la incorporación de la mujer en este mundo fue manejada de manera muy diferente por las dos potencias. Mientras que los rusos ya en el año 1963 enviaron a la astronauta Valentina Tereshkova, en Estados Unidos Sally Ride no tuvo que abordar hasta 1978 la cuestión de si 100 tampones le alcanzarían para un viaje al espacio.

Pero en Norteamérica comenzaron posteriormente a experimentarse cambios y en la actualidad la mitad del equipo de astronautas de la NASA es femenina. En Europa no son los países miembros los que deciden en solitario a quién enviarán al espacio. La ESA elige a los candidatos más adecuados para cada misión. Desde 1988 se han creado equipos mixtos y desde hace 20 años el porcentaje de mujeres que concurren a los puestos se ha mantenido en el 15%.

Recientemente, la italiana Samantha Cristoforetti marcó un récord para las mujeres al permanecer casi 200 días en el espacio. Debido a que los europeos envían pocos astronautas a la Estación Espacial Internacional, escasean las oportunidades de hacerse con este tipo de formación. El equipo en la actualidad está integrado solamente por 14 astronautas. Entre los seis más jóvenes se encuentra la única mujer, la piloto de jets Cristoforetti.

Seguir sus pasos es el sueño de la técnica espacial Susanne Peters, de 30 años. Su vocación comenzó a una edad temprana, cuando
de niña colgaba en su habitación pósters de planetas. Ella es consciente de que será complicado convertirse en “La astronauta”. No obstante, no se deja vencer por el miedo. “Me muero por ello”, asegura. Por ahora, se ocupa de estudiar la basura espacial, más adelante quizás tenga la oportunidad de verla en directo.

Kessler está convencida de que será posible ver a una mujer alemana en el espacio dentro de cuatro años. Hasta ahora, los perfiles técnicos de mujeres escaseaban y, en opinión de Jovana Dzalto, esto está relacionado con los modelos sociales establecidos. Esta candidata llegó a Alemania como refugiada durante la Guerra de Yugoslavia. Su madre ya había estudiado ingeniería mécanica. Sin embargo, una vez que llegó al país centroeuropeo se empleó como mujer de la limpieza.

“Desde pequeña yo me lo pasaba mejor con juegos de cohetes y de coches que con las muñecas”, recuerda. Cuando el mecánico le intenta
mostrar cómo funciona el motor de su coche, a Jovana Dzalto le da la risa. Hoy en día, Dzalto trabaja en la Universidad Técnica de Kaiserslautern, en el suroeste del país. Además, ocupa su tiempo libre bien entre planeadores o atornillando aviones. “A menudo soy la única mujer en el aeródromo”, señala.

Claudia Kessler quiere que con su iniciativa más chicas se aficionen a la ciencia. Mientras tanto, no abandona su sueño de viajar al espacio. “Quizás los vuelos comerciales lleguen a ser asequibles”, apunta.

Hace exactamente diez años, la empresaria iraní Anousheh Ansari pudo hacer realidad su sueño. Fue la primera mujer en llegar al espacio como turista. La diversión le costó 20 millones de dólares.