Los datos son espeluznantes primordialmente porque detrás de cada número duro, de cada gélida cifra está disfrazado un ser humano, y es ya la peor crisis humanitaria de que se tenga antecedente inclusive supera las migraciones forzosas durante la Segunda Guerra Mundial.

En esta torticera realidad desdibujada con más de 60 millones de refugiados a nivel mundial,  sabemos que al menos 20 millones de personas han sido expulsadas de sus respectivos terruños huyendo de la guerra y de los conflictos civiles.

            Y es innegable que ni Europa ni ningún otro continente, país o territorio están preparados por sí solos para acoger al desplazado y menos con tanta deficiencia de infraestructuras porque ninguna economía puede presumir de estar sobrada.
            En la batahola de la Segunda Guerra Mundial, los judíos se convirtieron en el objetivo, pero también hubo gente de otras etnias como los gitanos que no se libraron de la persecución  de los nazis.
            En la actualidad, las personas  que dejan sus respectivos países lo hacen voluntariamente por diversas causas, tal y como lo explica la ACNUR: por conflictos étnicos locales, desertificaciones, sequías, hambrunas, luchas de poder entre diversas facciones; por migraciones económicas, terrorismo, huir de la esclavitud y hasta por la dimensión de conflictos más grandes y devastadores como la guerra de Siria.
            Si antes de 2001, África era origen de las emigraciones hacia Europa, fundamentalmente por razones económicas tratándose de personas jugándose la vida dispuestas a morir en el intento con tal de encontrar una oportunidad de vida; desde los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos y tras la asolada bélica en Afganistán digamos que el ojo del huracán se ha quedado enquistado en Medio Oriente. Si antes eran judíos ahora son musulmanes.
            En efecto musulmanes libios, eritreos, afganos, paquistaníes, suníes, iraquíes, sirios que se han sumado a otros musulmanes como los marroquíes que llevan décadas desplazándose hacia Europa junto con los turcos.
            Pero quiero enfocar que esta corriente humana es muy distinta al trasiego que padece igualmente América con México como punto de expulsión pero también como puente de paso de tránsito para miles de centroamericanos y sudamericanos que buscan alcanzar el american dream.
            Y la forma en cómo se acoge esta afluencia también es muy diversa. No podemos soslayar que muchos latinoamericanos miran hacia la Unión Americana como su metamercado, la pobreza y la falta de oportunidades son el motor pero llevamos ya bastantito tiempo con el narcotráfico y otros azotes como factores para que el latino elija irse hacia Estados Unidos.
            Allá la discriminación es por el color de la piel y la raza no por la ideología ni la religión. A mediados de 1960 el Ku Kux Klan mataba a gente de color y despreciaba con sus ideas supremacistas a los que no fueran blancoamericanos. Durante mucho tiempo, de hecho hasta se constituyó en leyenda, había sendos locales estadounidenses que lucían letreritos reservándose el derecho de admisión: “No dogs, no negroes, no mexicans” sobre todo por la etapa de la Gran Depresión y en sitios cercanos con la frontera del río Bravo.
            Pero la actual migración, una en parte económica y la otra por los conflictos, está moviendo a musulmanes y aquí señores lo que hay es un choque de civilizaciones, un choque de religiones y de creencias; lo que implica que Occidente los  menosprecia o inclusive hasta los repela.
Una curiosidad al menos: para la filosofía Nazi los judíos eran una amenaza a la que había que exterminar; y para el mundo occidental, los musulmanes tal parece que lo son hay quienes nos intentan hacer creer que ellos  en su código genético llevan el ADN del terrorismo.
Si bien no somos timoratos es cierto que hay muchos partidos extremistas que representan a una parte de la sociedad xenófoba y en Europa la crisis de los refugiados está siendo el caldo de cultivo para que los más radicales conquisten el voto en las urnas.
A COLACIÓN
Aunque no tenemos cifras oficiales, todos son meras especulaciones, hay quienes hablan de una enorme tragedia en las aguas del Mediterráneo, que si son tres mil o diez mil los potenciales refugiados que han muerto ahogados en la travesía pues no se sabe ni se sabrá a ciencia cierta cuántos son.
Europa ha quedado atrapada por la marea humana, no sabe cómo reaccionar y los miles que están en los asentamientos en Grecia, Italia y Hungría van siendo absorbidos por los países europeos pero muy a cuentagotas; en escaso número.
España de los 14 mil a 17 mil sirios que se comprometió a atender, a la fecha tiene a 552; en Alemania, la canciller Angela Merkel, recibe de palos electorales por su política de puertas abiertas a los sirios. Alemania, sus empresarios, han dado empleo a menos de 700 refugiados.
Esta guerra sin cuartel revienta toda capacidad de reacción y son seres humanos primordialmente familias con niños pequeños las que están sufriendo las que lo perdieron todo; y nadie puede ayudarles fehacientemente, su destino más inmediato es vivir entre fronteras en casas de campaña convertirse en fantasmas… seres sin refugio.