Se va el año pero no las esperanzas de alcanzar en un futuro inmediato un equilibrio global que permita hacer del consenso, el cauce para el entendimiento en el ámbito de las relaciones internacionales. 

           Han sido 365 días muy complicados en la geopolítica actual, de tensiones, distanciamientos, en algunos casos conflictos desbordados y de baja intensidad en la comunicación directa; se aprecia un enfriamiento sine die en el diálogo entre diversos líderes políticos.   

         Tampoco la población en varias partes del mundo lo ha tenido fácil: de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU) cada dos segundos una persona se vio obligada a desplazarse, dejar su amado terruño y  salir huyendo amenazada por conflictos o persecuciones.            La ONU hace un balance preliminar de 68.5 millones de personas en calidad de refugiados dispersadas en diversos países  hacinadas casi siempre entre líneas fronterizas, menesterosas sin poder trabajar, educar a sus hijos y viviendo de subsidios de organizaciones no gubernamentales y programas oficiales de ayuda internacional.                  Se trataría de otro dato histórico en el movimiento de flujos migratorios, tanto como que al interior de dicha masa humana hay 25.4 millones de refugiados menores de 18 años.            La propia Agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR)  alertó a lo largo del año de la especial vulnerabilidad en los niños y adolescentes “muchos viajan solos” y por ende caen fácilmente presas de las redes de explotación de inmigrantes ilegales y de trata de personas.            La Agencia señaló siete focos de conflicto virulentos y fatídicos localizados en: Yemen, Irak, Siria, Sudán del Sur, Somalia, Afganistán y Ucrania.No obstante, a este recuento sombrío, el Observatorio de Desplazamiento Interno (IMDC) con sede en Génova, Suiza señaló otros puntos de conflicto latente como Etiopía, Nigeria e India.A COLACIÓNSiria sigue siendo el gran fracaso del entendimiento entre los países poderosos involucrados, este año cumplió siete años en guerra interna con varias fuerzas internacionales operando en dicho territorio con Rusia, Irán, Israel, Turquía, Francia, Estados Unidos aunque hay otras más.            La falta de voluntad de Washington para propiciar la paz en Siria ha quedado visiblemente patente ante la negativa del presidente Donald Trump, junto con Israel, de reconocer que siga en el poder el presidente Bashar al Assad.            Del otro bando están Rusia, Irán y Turquía (el acuerdo de Astaná) sus respectivos mandatarios sostuvieron sendas reuniones a fin de facilitar la salida de la guerra, la reconstrucción de las zonas dañadas y el retorno de los refugiados sirios a su país.            En los estertores de 2018, los ministros de Exteriores, de Rusia, Irán y Turquía acordaron con Staffan de Mistura, enviado especial de la ONU para Siria, la formación de un comité para “redactar una nueva Carta Magna para Siria y convocar elecciones”.            El presidente ruso, Vladimir Putin, busca no sólo ganar militarmente la guerra al Estado Islámico y a las guerrillas insurgentes sino también lograr una victoria política que evite un golpe de Estado contra al Assad que propicie la ruptura definitiva de la nación siria, uno de los proyectos que el Kremlin ha denunciado insistentemente como intención directa de la Casa Blanca.            Siria ha sido y es la llama encendida más peligrosa por la confluencia de intereses poderosísimos que allí han recalado y el presidente Trump no ha contribuido a apagarla sino todo lo contrario: en abril pasado se vivió uno de los momentos de mayor tensión geopolítica entre rusos y estadounidenses.La noche del 18 de abril pasado fue de un momento tan crítico para la paz mundial, nada distante de la tensión derivada de la crisis de los misiles en cuba  en octubre de 1962.En esa larga oquedad, Estados Unidos, Reino Unido y Francia llevaron a cabo un ataque de precisión sobre de tres objetivos, uno cerca de Damasco y dos más en Holms.En aproximadamente hora y media, un total de 103 misiles Tomahawk fueron lanzados desde el destructor USS Donald Cook; el  castigo  llovió como  plomo del cielo: cada 1.14 minutos cayó un misil en suelo sirio. Ha sido la cordura de Rusia, para no responder, la que ha evitado otra guerra mundial.Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales