De acuerdo con la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA, por sus siglas en inglés) el año pasado incrementó 5.9% el tráfico de pasajeros a nivel mundial.
La tendencia mantendrá  este ritmo e implícitamente ambiciona repuntar  traspasada la segunda década del siglo XXI. El dato ha sido tan positivo que logró superar el aumento promedio de los últimos diez años de 5.6 por ciento.

Hay una correlación directamente proporcional entre el desplazamiento turístico internacional y el avión como medio de transporte. La Organización Mundial del Turismo (OMT) documenta que en 2014 subió 4.7% el número de turistas internacionales.
Un total de 1 mil 100 millones de personas se desplazaron por todo el mundo. El tiempo para el ocio es  escaso de allí que más de la mitad de  los turistas eligieron movilizarse por avión. Una buena cantidad son viajeros europeos, dado que Europa además de ser receptáculo  es el principal foco emisor de  personas y familias que aprovechan sus vacaciones para conocer otras culturas y países.
La propia OMT refiere que  a nivel mundial un 51% de los turistas usaron el avión, 41% la carretera; 2% el ferrocarril y  6% decidieron hacerlo por vía navegable.
Aparentemente  parecen controlados los peores temores que golpearon a la industria en los años posteriores al 11 de septiembre de 2001, aquellos terribles atentados cuyas imágenes de dos aviones atravesando las moles de las Torres Gemelas se han quedado de perpetuidad en nuestra memoria colectiva.
No obstante, consciente de la vulnerabilidad del sector a tantas variables en juego, Taleb Rifai, presidente de la OMT,  realiza un constante seguimiento de los acontecimientos que se suscitan cotidianamente en el mapamundi y que, luego, pudieran obrar para mal como inhibidores de la potencialidad de la llamada industria sin chimeneas.
Desde terrorismo, nuevas amenazas insurgentes, células religiosas extremistas, virus, huracanes, tsunamis, terremotos, guerras civiles, ralentización del crecimiento económico hasta aspectos subjetivos como modificaciones en los gustos y tendencias de los potenciales viajeros.
Pero a Taleb también le  preocupa mejorar la competitividad del sector, masificarlo lo más posible y ubicar a países  tradicionalmente pobres pero con recursos naturales, culturales e históricos relevantes en el interés de los paseantes.
Sin medios de transporte asequibles no se van a masificar los desplazamientos internacionales que viajen 1 mil 100 millones de personas de un total de 7 mil millones de moradores del globo terráqueo es una proporción ínfima.
Resulta paradójico que  la industria de la aviación no logra poner  sus tarifas al alcance de una inmensa mayoría. Precisamente, Taleb apela a  mejorar “la conectividad aérea mediante una coordinación más estrecha entre las políticas de turismo y las de aviación, a fin de garantizar el crecimiento sostenido del sector turístico y del transporte aéreo.”
A COLACIÓN
Lo confieso:  me espanta volar y si puedo lo evito a toda costa. En una ocasión navegué de Europa a América en un trasatlántico,  para colmo me tocó el huracán Bill que obligó al barco a refugiarse en el Golfo de San Lorenzo porque la trayectoria del fenómeno subió inusitadamente hasta Canadá. Cosas que pasan.
Ahora bien si se trata de  viajar dentro de Europa, por regla, lo hago por carretera o tren  para disfrutar de los paisajes aunque es cierto la llegada de las aerolíneas low cost le están comiendo parte del pastel al  tradicional negocio ferroviario de larga distancia.
Salvo en determinados trayectos donde la alta velocidad ha ganado una cuota de mercado que ha desbancado al avión en segundo lugar; sucede muy marcadamente con el AVE Madrid-Córdoba-Sevilla. El viaje de dos horas y treinta minutos por tren de alta velocidad la única forma que tendría de perder viajeros (no por cuestión de tiempo) sería con ofertones  en los billetes de low cost.
Para viajes más largos la opción tren versus avión aparte del tiempo, el costo del primero es muy superior al segundo y aquí las low cost ganan cada vez más clientela.
Lo contrario para México, acéfalo en trenes y al parecer por muchos años más sin conocer la rápida velocidad, el viajero tiene la opción de las líneas de autobuses terrestre y los aviones. Los primeros de importe infinitamente inferior respecto de todas las líneas aéreas.
Todavía falta que en México realmente opere una oferta  de costos y precios lo suficientemente competitivas y atractivas para subir abordo a más pasajeros.
Pero mientras maciza la  simbiosis entre el turismo y el sector de la aviación para que ambos rentabilicen, a la vera, lo que debe hacerse es recrudecer la seguridad en la industria aeronáutica.  Ya demasiado estresante es volar en  un pajáro de hierro tras encomendarse a la Virgen de Los Remedios  como para llevar a bordo al enemigo sea un terrorista o alguien de la tripulación al que se le botó la canica.