Ya no es sólo cuestión de plata, de dinero, el asunto es también de certidumbre y para que una relación prospere con el tiempo debe contener dos ingredientes fundamentales: respeto y confianza.

Después de todo lo que el presidente Donald Trump ha dicho en los últimos meses, no nada más como candidato republicano a la Presidencia de Estados Unidos sino también en funciones, era de esperarse que la foto de familia con sus aliados europeos fuera fría pero a la vez cordial.

            Al menos los europeos no le hicieron ninguna grosería aunque el magnate hizo de las suyas, en su primera gira internacional va  dejando un rosario de imágenes dignas de un estudio de psiquiatría desde los manotazos de su mujer Melania hasta sus discursos plagados de la retórica de un mercader. SÍ es preocupante.

            Trump es un narcisista nato ayer con un dejo de desprecio, en un acto de bravuconería, literalmente aventó hacia un lado a Dusko Markovic, primer ministro de Montenegro; sucedió en la reunión  de la OTAN en la inauguración de su nueva sede en Bruselas, lo hizo para situarse en la primera fila y caminar junto a Jens Stoltenberg, secretario general de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.  

            A unos días de  volver a Washington, la lectura de su recorrido revela muchas de las intenciones que rondan por su cabeza,  básicamente habla de paz pero a cambio vende sendos contratos de armamento fabricado en multinacionales estadounidenses; y le encarga a su yerno, Jared Kushner, que le dé seguimiento al espinoso tema de la reactivación de la paz entre judíos y palestinos.

            La deconstrucción del  pensamiento de Trump se ha resumido en hablar a diestra y siniestra del bien y del mal,  carga todo lo que puede contra la inmigración, condena el terrorismo y señala a Irán como el eje del mal por financiar al terrorismo internacional. Con el presidente George W. Bush el eje del mal lo encarnaba Sadam Husein con las armas químicas nunca encontradas en Irak.

A COLACIÓN

            El gesto adusto del Papa Francisco en el Vaticano es más que sintomático del análisis que se hace de la nueva política en  la Unión Americana a la que todavía no se le encuentra ni pies ni cabeza. Pero las confrontaciones se las ha buscado el magnate él solito así como los recelos a su alrededor.

            Con Arabia Saudita y las naciones árabes aliadas Trump quiere una total entrega incondicional para sus intereses en la región que pasan por aislar y asfixiar a Irán  para debilitarlo.

            Con Europa pretende también una rendición absoluta una afinidad a sus movimientos geoestratégicos, pero lo que ha encontrado es un poco de buenismo de parte de sus anfitriones para no parecer antipáticos con el huésped.

            La OTAN que cuenta con 28 países miembros (con Montenegro serán 29 a partir de junio) no ha cedido del todo a la presión de Washington, de hecho digamos le mareó la perdiz.

 Stoltenberg como un gesto meramente simbólico anunció que la OTAN se unirá a la coalición internacional contra el Estado Islámico pero sin participar en labores de combate, su contribución será logística y como ya viene siendo costumbre cada año, los líderes acordaron incrementar su nivel de gasto militar y no porque Trump ayer nuevamente se los reprochase.

Desde 2014 es un compromiso de buena voluntad inalcanzable aún porque las economías europeas recién salen de una larga recesión y siguen reajustando sus presupuestos internos; tan es así que la meta de dedicar el 2% del PIB para el gasto militar tiene el amplio horizonte del 2024.

Quizá lo más relevante es que  la OTAN anunció la creación de una división de inteligencia antiterrorista a fin de contar con un banco de datos para compartir información con los aliados.

Por el momento  no se puede hacer nada más es un “juntos pero no revueltos” y es que la Unión Europea y Estados Unidos van a dos ritmos distintos a pesar de que concuerdan en los grandes desafíos globales mantienen una equidistancia marcadísima por el cómo resolverlos.

Estados Unidos ha puesto a Irán como el eje del mal pero la UE participó directamente en el pacto nuclear firmado en 2015 entre Barack Obama entonces presidente de la Unión Americana y su homólogo iraní  Hassan Rouhani; y no está de acuerdo en que ahora Trump pretenda tirarlo a la basura.

El asunto de Vladimir Putin también les separa, la aparente cercanía y los rumores de infiltración rusa en las elecciones americanas a favor del multimillonario es visto con caras largas, los europeos ven a Putin como una de las amenazas más fuertes obrando en contra de su cohesión y coexistencia.

*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y  escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional.