El eco sonoro ha salido desde América del Sur: Mike Pence, vicepresidente de Estados Unidos, solicitó a Michel Bachelet, presidenta de Chile, que junto con Brasil, México y Perú rompan relaciones diplomáticas y económicas con Corea del Norte.

         En obvias circunstancias, les pide alinearse con las filas norteamericanas, con lo que tanto el ex presidente George W. Bush y el actual presidente Donald Trump autocalifican como “el eje del bien” en esta batalla dialéctica contra “el eje del mal”.

         Se trata de la misma vieja política injerencista de siempre, la retórica podrida y sucia de presiones al por mayor; lo que es lo mismo el palo y la zanahoria.

         Como viejo zorro, el vicepresidente Pence, pretende presionar a Brasil y a México, las dos economías más importantes de la región y de paso a Chile y a Perú con su potencial despegue económico.

         A México,  el pedimento informal le llega con varios kilómetros de retardo, pero lo hace en un momento elevadamente sensible para las relaciones con Estados Unidos.

         Y en una etapa en que las mesas negociadoras del NAFTA-TLCAN están precisamente tratando de conciliar intereses en medio de un inminente bombardeo de declaraciones emanadas de la cuenta de Twitter del presidente Trump.

En mi opinión, yo estoy de acuerdo en que si uno lo desea pueda formar parte activa de la Sociedad de la Información, pero cuando eres un actor político de elevado nivel y peso específico en el concierto internacional, resulta bochornoso y hasta peligroso hacer uso personal de una cuenta para  calificar, descalificar o amenazar a otros actores políticos que cuentan además con capacidad de respuesta.

Y no soy la única que, a estas alturas en las que Trump no lleva ni un año en la Casa Blanca y pretende quedarse por dos mandatos, considera necesario que le eliminen de Twitter aludiendo a la ética y la máxima responsabilidad que le confiere el cargo.

Así, bajo este clima, avanza el diálogo entre las mesas negociadoras de México y Estados Unidos y también por parte de Canadá para modernizar el TLCAN de cara a mantenerlo vigente por otros 20 años para luego darle otra vuelta de tuercas.

El ritmo trepidante de las relaciones internacionales se ha visto acelerado por una serie de acontecimientos relacionados primordialmente con los grandes avances de la tecnología, de la Sociedad de la Información y del amanecer temprano del Internet de las cosas; para allá vamos para ese mundo de intangibles sin ningún valor agregado pero que eclosionará entre los consumidores digitales.

Hay que readecuar, normar y regular muchos aspectos de la compleja red de relaciones económicas, de servicios  financieros y del capítulo de inversiones entre los tres países.

A COLACIÓN

         En estos momentos, ni Chile, ni Brasil o Perú están sentados a la mesa tratando de revitalizar algo con Estados Unidos… el mensaje por ende es para México.

         Lo que Pence masculla entre dientes es “demuestra tu lealtad rompiendo relaciones ahora mismo con el régimen de Pyongyang” claro, si quieres que no te vaya tan mal en la renegociación del NAFTA o quizá una de estas mañanas el presidente Trump se levante de malhumor y decida que mejor éste (el tratado) no le conviene siempre a Estados Unidos.

         ¿A Chile, Brasil o Perú le mete presión la petición de Pence? No, para nada, sí lo haría en cambio si China lo solicitase; para estos tres países su posicionamiento con el gigante asiático es más relevante que el que tienen con Estados Unidos.

         ¿Debe México romper con Corea del Norte? No, se trata de un país soberano con plena capacidad y mayoría de edad para tener relaciones internacionales con quien se le dé la gana. Si hoy el presidente Enrique Peña Nieto se alinea será un paso dado pero hacia atrás.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales