El carácter de los michoacanos es, especialmente singular, se debate entre la apatía y la repentina ruptura del disgusto del presente  decantándose por movimientos transformadores para buscar un mejor horizonte.

Yo nací en la antigua Valladolid, actualmente Morelia, la bella capital de cantera rosa que me forjó entre sus paredes en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo. Entre los aires de libertadores, pensadores, humanistas  y estadistas.

    Tierra de próceres de la Independencia como José María Morelos y Pavón y aunque no nació allí, Miguel Hidalgo, sí estudió en el Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo, con una influencia notable que trascendería  en la Historia de México.

    También Michoacán es cuna  de presidentes como Lázaro Cárdenas y Felipe Calderón; y de gente extranjera que ha terminado fusionada con el mestizaje michoacano a través de lazos imperecederos.  Sobre todo españoles como Tata Vasco de Quiroga y emigrantes del exilio como mi abuelo, Julián Palencia González, “el paisano Palencia” muy querido y admirado como lo demostraron las esquelas en los periódicos tras de su muerte.

    Con ese cariz tan peculiar, quizá por ello duele tanto la enorme descomposición del tejido ciudadano, deshilvanado por la delincuencia organizada y el narcotráfico.

     Michoacán es un polvorín lo sabrá bien quién haya nacido en dichos lares, el riesgo de un mayor descontrol es latente, los narco-intereses mantienen dividido al Estado, fragmentado en varias zonas de operación con el Puerto de Lázaro Cárdenas como estrella central hacia la salida al Pacifico.

     ¿Es nuevo lo que acontece en la entidad? El declive inició desde la década de mediados de los ochenta fue gestándose a golpe de presupuestos mal aplicados -gobierno tras gobierno-; además, el movimiento demográfico, su cambio y tendencia, fue rebasando a las políticas públicas estatales incapaces de avizorar la necesidad de ampliar la infraestructura pública y reformular los esquemas para garantizar una educación pública eficiente en todo el estado.

    Nadie lo hizo, ni tampoco se preparó a la entidad para favorecer  la expansión de la iniciativa privada; las microempresas son precisamente el laboratorio económico generador del empleo.

    Pero tampoco cambió para bien en materia educativa y acceso a la salud pública.   El sector educativo público es rehén de grupúsculos que, desde hace décadas atrás,  paralizan sus labores sin importarles el retraso y desánimo provocado en  los educandos.

     No en balde, con datos del Conapo, sabemos que la población a partir de los 15 años  de edad  con educación básica incompleta en Michoacán representa al 53.7% del grupo de michoacanos a partir de los 15 años de edad; esto es, un total de un millón  609 mil 615 habitantes con educación básica truncada.

      El analfabetismo afecta a 305 mil 178  personas, todas ellas doblemente victimizadas o excluidas sociales, por  ser analfabetas cibernéticos.

     Después está el tema de los salarios. Las nóminas son bajas  precisamente por que una parte importante de su población tiene más oficios que profesiones.

     La expulsión de la mano de obra, es por ende, el canal que en los últimos  25 años ha dado a los michoacanos emigrantes un respiro para escapar de una pobreza generacional y heredada a golpe de la ineficacia de los gobernantes de turno.

     El INEGI señala que en 2012, un total de 2 millones 447 mil michoacanos  estaban sumidos en la pobreza, es decir, el 54.4% de la población total del estado; y dentro de este número, al menos un millón 797 mil personas son moderadamente pobres, un 39.9% y 650 mil son extremadamente pobres.

     Por eso es que Michoacán recibió el año pasado un total de 2 mil 041.9 millones de dólares por remesas enviadas desde Estados Unidos por michoacanos que han abandonado su terruño para mantener desde el traspatio a la familia dejada atrás.

     El propio Conapo aporta que “durante el periodo de 1990 a 1999, la entidad presentó la mayor pérdida migratoria con una tasa de –1.37 por cada mil habitantes”.

    A partir del 11 de septiembre de 2001, Estados Unido endureció su persecución contra la inmigración ilegal, de esta manera, en 2010 la pérdida migratoria en Michoacán, su tasa descendió, a –0.42 habitantes por cada mil.

     El caldo de cultivo de lo que hoy acontece en la entidad fue inoculado tiempo atrás, ahora la población vive secuestrada por el terror del narcotráfico y la disputa del poder.

     Hay quienes como Mireles, ya están agotados de ver tantas muertes y abusos perpetrados en la población inocente y empiezan a dejar atrás esa apatía para llegar al punto del no retorno.  El Pípila está llorando.