Tensa semana en España: han sido días muy largos y noches muy cortas. En el otoño más cálido, la temperatura política ha seguido marcando máximos en la medida que el enfrentamiento legislativo entre Madrid y Barcelona incrementa haciendo un batiburrillo interminable.

            Han sido días de debates intensísimos tanto en el Congreso de los Diputados, en la Cámara de los Senadores como en el pleno del Parlament en Cataluña, los rumores atiborran los pasillos y en las cafeterías, el ciudadano de a pie, transpira la información saturada de especulaciones; unas que decantan por las elecciones de facto en Cataluña y otras por el amanecer de la República Catalana.

            Lo cierto es que se han agotado todos los plazos y el presidente Mariano Rajoy ha dilatado en todo lo posible la aplicación del artículo 155 de la Constitución que le daría potestades para intervenir en la autonomía, manteniendo su estatus autonómico pero facultándole para cesar a  Carles Puigdemont y a la cúpula que le ha acompañado en el poder y en la deriva secesionista.

             El juego de ajedrez político entre Puigdemont y Rajoy ha sido desmoralizante para la población española, harta de lo que consideran un chantaje y una manipulación atroz, un atentado contra la democracia pero que el Gobierno del mandatario Rajoy ha dejado crecer como si le echara levadura al soufflé.

            En la semana del 23 de octubre  quedó instalada una Comisión en el Senado para atender el desafío catalán y estudiar el alcance, medidas y atribuciones  de aplicar el artículo 155 aunque en paralelo desde La Moncloa han salido constantes mensajes mediáticos en pro de convencer a Puigdemont de que la única forma posible de parar las medidas extraordinarias pasa por retornar a Cataluña a la legalidad… y recuperar el latido de la Constitución de 1978.

            También se le ha ofrecido diálogo:  a Puigdemont se le invitó  a Madrid para debatir con el Senado y externar sus puntos de vista pero desde luego, a cambio  de acatar las decisiones del máximo órgano legislativo.

            El miércoles 25 de octubre saltó a los medios de comunicación que el todavía presidente de la Generalitat asistiría a Madrid a la mañana siguiente  la hora de su intervención se modificó una y otra vez y luego se dijo que mejor el viernes 27.

            Ni una cosa ni la otra, en este juego del gato y el ratón, cada dilación en el tiempo y cada escalada en la mutua tirantez tiene un costo económico; hasta la última semana del décimo mes del año, cerca de mil empresas de todos los tamaños y relevancia económica trasladaron su sede social y fiscal de Barcelona y otras partes de Cataluña hacia el resto del territorio español.

            Justo en la recta final del año, el turismo ha caído un 20% debido a cancelaciones en reservas tanto de visitantes nacionales y extranjeros a la región autónoma de Cataluña.

            De hecho navieras como Costa Cruceros advierten por escrito a sus pasajeros del clima civil que pueden encontrarse durante su desembarco: “En Barcelona, España se pueden producir concentraciones de carácter político o manifestaciones anunciadas con poca antelación o sin  previo aviso. Como precaución, evite mezclarse  con grandes concentraciones políticas en  los aledaños  de edificios del gobierno,  dependencias de las fuerzas de seguridad y lugares simbólicos.  No visite distritos o lugares  alejados ni edificios con acceso restringido; procure no fotografiar a los manifestantes o las fuerzas de seguridad con el fin de no provocar reacciones violentas”.

A COLACIÓN

            Devolver la certidumbre y la tranquilidad no será nada sencillo predomina la desconfianza entre ambos equipos el de La Moncloa y el del Govern, así quedó nuevamente de manifiesto en una extensa jornada de debate que ha dejado sin voz a más de uno el pasado jueves 26 de octubre.

            Debate a  dos bandas: en Barcelona se anunció un mensaje televisado de Puigdemont  -entre las 13:00 y 13.30 horas-, y los murmullos  colaron la posibilidad de que en un inusitado acto de autorreflexión finalmente aceptaría la salida de las elecciones para salvar in extremis la no aplicación de las medidas excepcionales.

            No sucedió ni a dicha hora ni a ninguna otra ni en el resto de la tarde que transcurrió entre curules con Puigdemont sentado en el Parlament escuchando los posicionamientos de las diversas facciones políticas en torno a tan delicada tesitura jurídico-constitucional.

            La diputada por Ciudadanos Inés Arrimadas  disertó uno de los discursos más sentidos y honestos que se escucharon en  la tediosa jornada, ella intentó trasladar el sentimiento de la gente a un Puigdemont completamente hundido en su asiento con una cara derrotada como deseando no estar allí.

            Se lo dijo Arrimadas: “¿Cree que Merkel o Macron le hubieran enviado una cartita para preguntarle si usted había declarado o no la independencia? Usted no quiso ir a dialogar al Senado y sigue pidiendo diálogo,  pero usted no va President”, le espetó con verdadero crudeza.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales