Después de 2 sexenios con un partido “de oposición” en la Presidencia de la República, 2000 al 2012, el votante mexicano, desilusionado por los pobres resultados del cambio, decidió, con cierta lógica, darle de nuevo una oportunidad al PRI, llevando a la Presidencia a un maniquí bien vestido y peinado, acabado ejemplar de lo que nos querían vender como el “Nuevo PRI” pero que a la postre resultó ser más rancio que el “viejo PRI”

Cierto que quizá algunos ilusos pensaban que, poco menos que mágicamente, después del triunfo de Vicente Fox, en pocas semanas estaríamos ingresando a la lista de los países del primer mundo, resueltos ya por el dedo todopoderoso del Presidente los graves problemas de desempleo, inseguridad, pobreza, marginalidad, corrupción y otros, con culpables identificables. Otros quizá más bien esperaban un verdadero “ajusta de cuentas”, reeditando una moderna versión de los jacobinos Robespierre, Saint Just y Marat con su sangriento “Comité de Salvación Pública” posterior al triunfo de la Revolución Francesa. O para tomar un pasado más reciente, al estilo de los triunfos de los partidos totalitarios, los cuales, al instalarse en el poder, proceden, si es necesario, a la eliminación física de enemigos y opositores políticos, sin más trámite que juicios sumarísimos, tal como se dio en Corea del Norte en la segunda mitad de los 40 y en Cuba en los primeros meses de 1959. La idea no deja de tener sus aspectos atractivos, imagino que muchos hemos soñado con ver colgados en los postes más altos a los grandes saqueadores del erario y a los verdaderos jefes del contrabando y el narcotráfico que, intuimos, se encuentran entre los principales políticos tricolores del pasado reciente

Como semejantes soluciones no son practicables hoy día, se esperaba una cruzada anticorrupción apegada a la ley, pero con ejemplar firmeza, pero después de doce años el resultado fue lamentable, se desperdició el gran apoyo inicial que hubiera permitido firmar el certificado de defunción del irreformable PRI, y se dejó intacta la corrupta estructura operativa del pasado régimen, cometiendo el mismo error de Francisco I. Madero, que, al llegar al poder, se distanció de sus aliados naturales y dejó plagado su gabinete de elementos ambiciosos, incompetentes y traidores como Félix Díaz, Bernardo Reyes, Blanquet y el asesino Victoriano Huerta.

Y hablando de inseguridad, la falla la encontramos en gobiernos de todos los colores, tanto el PAN, PRI y el PRD han sido omisos en el cumplimiento de sus obligaciones, sobre todo cuando se trata de usar la fuerza pública para resolver un problema generado por beligerantes y manipulados grupos, que por numeroso o ruidoso que sea, no representan ni remotamente a la mayoría de los ciudadanos de una ciudad o Estado. En el caso concreto de Michoacán, donde hemos tenido gobiernos del PRD y PRI, la impunidad de la CNTE es emblemática, seguimos padeciendo continuamente bloqueos de vialidades, autopistas, casetas de peaje, secuestro e incendio de autobuses y vehículos oficiales, robo a tiendas, daño a propiedades particulares, tomas de edificios públicos y otros actos, todo ante la temerosa o complaciente mirada de las “Autoridades” que solo simulan cumplir su deber.

La gente percibe que el sexenio de Peña Nieto está marcado por la corrupción, por la grosera y burda protección a gobernadores manifiestamente rateros; las personas se cansan de tanta impunidad, se incomodan al ver la falta de voluntad para aplicar la ley y quizá, progresiva e irreversiblemente, la ciudadanía se prepara para aplaudir la llegada de un político de mano dura, que les diga lo que desean oír, que estructure su programa montándose en la creciente irritación ciudadana en contra de los corruptos gobernantes actuales. Ejemplos en nuestra América Latina los hay, cosa de repasar la Historia; Juan Domingo Perón en la Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Evo Morales en Bolivia y Hugo Chávez en Venezuela, todos llegaron al poder por la vía de los votos y apoyados por una ciudadanía harta de la corrupción. Nos agrade o no, el gobierno de EPN ha sido el principal impulsor de la carrera de AMLO a la Presidencia, un candidato populista, violento, ignorante, inculto e intolerante, y que para desgracia de México es probable que gane usando la justificada irritación de la ciudadanía y que el 2 de julio sus violentos y resentidos fanáticos nos griten “Ahora verán”.

Alejandro Vázquez Cárdenas