Pocos se han librado de los interminables anuncios que promocionan productos que curan desde un callo hasta un cáncer, pasando por varices, diabetes, hemorroides, prostatitis, caspa, impotencia y un largo etc. O de esos productos capaces de hacernos bajar de 10 a 15 kilos de peso en cuestión de días con solo tomar unas cápsulas o usar un anillo en determinado dedo. Un caso , no se si patético o ridículo, lo vimos hace escasos años, la gran popularidad de unos tenis que con solo caminar con ellos la persona baja de peso, afina su silueta y a las mujeres les reafirma el busto y les levanta los glúteos. Todos ellos tienen un común denominador, son un fraude, un timo.

Es notorio que lo que prometen cae en el terreno de la fantasía, esto lo sabe cualquiera que tenga una cultura de mediana para arriba. Los fabricantes y sus publicistas apuestan a la ignorancia y a las enormes ganas de creer que tiene el pueblo.

Si analizamos estos anuncios, resulta altamente sospechoso que la gran mayoría de estos productos “milagrosos”, que lo mismo pueden derretir, en pocos días, la grasa acumulada en la cintura de sedentarias matronas, que borrar una cicatriz quirúrgica o curar un proceso degenerativo osteoarticular severo, no exhiban literatura médica seria, ni estudios controlados y con validez científica que avalen lo que afirman. No hay soporte bibliográfico en revistas de alto nivel académico. Todo se reduce a citas anecdóticas, afirmaciones reales o supuestas hechas ante notarios, que no prueban nada desde el punto de vista de la metodología científica.

Pero lo anterior, por si solo bastante malo, no es lo más negativo de estos productos con publicidad engañosa. La tragedia, se da en los casos en que el televidente tiene efectivamente una enfermedad real, inicialmente curable y potencialmente grave si se deja avanzar. En estos casos, el crédulo usuario de los productos de estos laboratorios lo único que logra es perder dinero antes de convencerse de la necesidad de consultar a un médico. Pero ojalá solo fuera dinero lo que pierde, el problema es que también pierde tiempo, y ese si es irrecuperable, tiempo que bien empleado hubiera permitido detectar una patología real en etapas curables o controlables y no esperar a que la enfermedad evolucione a etapas irremediables.

¿Cuantas personas habrán fallecido en la espera de una curación milagrosa con estos productos?, Lo ignoro, pero es de suponerse que suman bastantes, ¿cuantos millones de pesos se pierden tratando de curar una patología seria y muy real usando estos productos”milagro” antes de convencerse de su inutilidad?, Indudablemente muchos.

Evidentemente estas consideraciones no le quitan el sueño a los fabricantes, ni a los anunciantes, ni a las poderosas cadenas de tiendas y farmacias que los comercializan, y tal parece que tampoco a nuestras autoridades sanitarias. Las tiendas y las farmacias venden lo que el público les pide. Que el producto no sirva, que tenga solo el llamado “efecto placebo” y que lo que se afirma no tenga ningún sustento científico les importa poco menos que un cacahuate. En cuanto a las autoridades sanitarias, esas actúan de manera episodica y errática. No son confiables.

¿Que hacer? , Verdaderamente no se me ocurre nada práctico, fuera de tratar de concientizar al público sobre el peligro de la automedicación y la importancia de la medicina preventiva. ¿Esperar honestidad, decencia y honradez en los medios masivos de comunicación o en los comerciantes?, eso es pedir peras al olmo. ¿O alguien espera que las grandes cadenas televisivas cancelen horas y horas de comerciales bien pagados?, ¡Absurdo!. ¿Mejorar el nivel cultural del mexicano? No en esta generación ni con las timoratas e incompetentes autoridades educativas ni con la lacra de la criminal CNTE. ¿Esperar que las autoridades sanitarias hagan correctamente su trabajo? , puede ser, pero ¿qué tal si les pagaron para que no hagan nada? .