Peña Nieto, drástica y groseramente, corre de nuestro país al Excelentísimo Embajador de Corea del Norte Kim Hiong, al que le da de plazo tres días para que salga de nuestro territorio.

Esta grosera y anti diplomática actitud, asumida por el copiador de tesis, es una vergüenza para nuestra país y más cuando no es la primera ocasión que comete torpezas de esta naturaleza, ya comentadas en pasadas entregas, señalando la importancia que México le daba a la denominada Doctrina Estrada.

Por asuntos profesionales, en el año de 1977 tuve  la oportunidad de visitar Corea del Sur, precisamente cuando la situación entre las coreas, Norte y Sur, realmente eran críticas y nada satisfactoria ni para una parte ni para la otra. Llegado al aeropuerto de Seúl y de salir del mismo para llegar a hasta la capital, mi maleta fue abierta en la aduana y todo su contenido vaciado sobre un mostrador,  para luego ser inspeccionados por elementos militares; ya abierta la maleta y regada las ropas, no tuve más remedio que volverlas a la maleta y salir a encontrarme con quien  ya me esperaba, no sin antes recordar a la  madre del soldado  quien me vacío la maleta.

El aeropuerto estaba custodiado y permanentemente vigilado y protegido por militares y tanques de guerra por todos lados. De allí al hotel transitamos por una carretera angosta, igualmente militarizada.

Independiente de las actividades profesionales que habría de realizar, pude observar algo de la rutina que se tenía en la capital de Corea del Sur, totalmente diferente a lo que en México vivíamos, sobre todo por las noches pues por toda la ciudad había movimientos y vigilancia de tropas a pie y con taques de guerra. Por la tarde del día que arribamos a esa capital, salimos a cenar e ignorantes de las normas marcadas que estrictamente prohibían se deambulara después de las 8. 00 de la noche. Nos alertaron indicando a nuestro acompañante japonés que debíamos de salir ya a nuestro hotel, pues a esas horas y  hasta la madrugada, se corría el peligro de que los soldados nos dispararan, norma que no nos fue notificada al ingresar al hotel o, si  nos fue dada, no la entendimos.

Salimos prácticamene corriendo en dirección a nuestro hotel,  y cuadras más adelante nos sorprendieron los soldados quienes nos apuntaban con sus armas. Nos detuvieron y nos registraron y al mostrar nuestros pasaportes, después de sus exclamaciones que por supuesto no entendíamos, nuestro guía fue  prácticamente regañado, pero finalmente los militares nos condujeron hasta al Hotel para cerciorarse de nuestros dichos, ¡ese primer anochecer en Corea fue de película para mi!.

En mi segunda visita  a Seúl, conocí la frontera entre ambos desunidos países. Sobre  la línea divisoria,  se había construido una residencia que servía oficialmente de parlamento para los hermanos rivales; en el interior de la misma, sobre el piso y sobre la mesa de discusiones, se mostraba con pintura blanca una raya de 10 centímetros. Equidistantes sobre la mesa,  una  bandera representativa de cada país, idénticas en todas sus dimensiones, menos en el color y la grafología de las mismas.  Dentro de esa residencia había un larga mesa, con la raya en medio, situados  Por fuera de la residencia dos grandes banderas, desde luego una de cada lado a la misma distancia y con el mismo largo de las astas  que se fueron cambiando pues la de un país era mas alta que la otra y así siguieron hasta que se cansaron de su estupidez. Finalmente llegaron a un acuerdo de no altera más la altura de las mismas banderas. Dentro de la casa, estaba estrictamente prohibido cruzar el limite de los territorios. La división entre las dos coreas, data de 1945, cuando es declarada la guerra en contra de Japón por parte de la URSS, quedándose la Unión de Repúblicas Socialistas con la parte Norte y los Espantados Unidos con la del Sur. La línea divisoria está justamente en  el Paralelo 38, pues el vecino nuestro ordenó a sus tropas detenerse justo en ese paralelo.

Relato  lo anterior, debido a la serie de torpezas tenidas por ambos países y porque no hay conocimiento y cultura que los lleve a un entendimiento mutuo y que provoca disfunciones en sus respectivos gobiernos, tal como sucede en nuestro país, en donde por  desconocimiento de la geografía, de la gramática, de la polít… etc., Peña  Nieto comete torpeza tras torpeza.  La última instrucción recibida de Mr. Trump y acatada, es terminar con la Doctrina Estrada misma que antaño, le daba presencia a nuestro país, Decreto que inducía a respeto a México internacionalmente.. Ahora, desafortunadamente, Mr. Trump, ordena al S. de R. Ext. y al Peña Nieto lo que debe hacer para correr de México quitar al Excelentísimo Embajador de Korea del Norte, Kim Hiong  Gil. ¡Ya urge que Peña Nieto termine, para evitar mayores vergüenzas nacionales¡