A estas alturas seguramente han escuchado de la película musical “Into The Woods” que actualmente se encuentra en cartelera y estuvo nominada a 3 premios Óscares. La premisa es básica, varios personajes de cuentos de hadas tienen un deseo que buscan cumplir cueste lo que cueste. El planteamiento no es nada fuera de lo ordinario en realidad, pero es la forma en la que la historia se desarrolla lo que hace de esta obra fílmica algo digno de análisis.

Desde que somos niños los medios, el cine o incluso nuestros padres alimentan nuestras mentes con pintorescas historias que aspiran a formarnos como seres humanos decentes. No hay nada más preciado para la humanidad que las inocentes, puras y aún no maleadas mentes de los niños.

Sin embargo las versiones originales de los cuentos de hadas que aún hoy leemos a los niños son mucho más crudas: La Sirenita que acepta la imposibilidad de su amor con un humano y se suicida, Caperucita Roja que es “devorada” por un lobo al viajar sin compañía por el bosque mientras viste una capa profundamente roja (el color del deseo sexual), y la Pequeña Cerillera, quien ante la indiferencia de la gente, muere congelada en una fría noche de invierno ¡Y también eran dirigidas a niños!

¿Qué ha cambiado con el paso de los años? ¿Por qué tememos que los niños escuchen problemas complejos y reales a los que en algún momento se enfrentarán y les entregamos versiones dulces y azucaradas donde las cosas se resuelven fácilmente y existe una bien marcada línea entre lo que está bien y mal? Pienso que se debe a “la ilusión” del pensamiento dicotómico.

El pensamiento dicotómico es una distorsión del pensamiento donde las cosas son de una forma o de otra, ambas completamente opuestas e incapaces de existir juntas, sin matices ni tonos medios. Este vicio del pensamiento es reforzado diariamente desde que somos niños en estos cuentos de hadas “censurados”, pasando por nuestra juventud y adultez. Por ejemplo, los medios, cuando cubren un conflicto mundial donde hay dos grupos con ideales opuestos, o las religiones que profesan intransigentes posturas en sus sagradas escrituras, y las películas que, en sus conflictos argumentales, de alguna u otra forma, siempre quedan resueltos al final. Las cosas siempre están bien o mal. Los buenos ganan, los malos pierden y los sueños se hacen realidad.

Ahí es donde Into The Woods es diferente, esta película (basada en el musical de Broadway homónimo estrenado en 1987) nos presenta varias historias que se desarrollan simultáneamente y que convergen mientras la trama se desarrolla. Cenicienta, Jack (y las habichuelas), Caperucita Roja, la bruja de Rapunzel y un panadero junto con su esposa coexisten en la misma aldea y cada uno de ellos desea cosas distintas.

Lo interesante es que, para los personajes, conseguir lo que desean no será tan fácil como parece, y se verán “obligados” a cometer actos punibles como mentir, robar, engañar, manipular emocionalmente e incluso asesinar. Normalmente estas acciones se ven justificadas porque nuestros protagonistas son los “buenos” y lo que hagan DEBE estar bien ¿O no? ¿Qué pasaría si pusiéramos en tela de juicio las acciones de nuestros “inocentes” protagonistas?

Si Jack ha robado y asesinado al gigante que le dio cobijo y lo alimentó debe ser castigado ¿Verdad? Es cierto que Jack y su madre viven en necesidad, lo que lo “obliga” a robar y matar Pero… ¿Qué opina la esposa del gigante? ¿Qué está bien? ¿Qué está mal? Poco a poco esas líneas se van desdibujando.

El “segundo acto” en la historia de Into The Woods plantea una cuestión interesante ¿Qué ocurre con los personajes más allá del final feliz de los cuentos de hadas? ¿Qué pasaría si las consecuencias de sus actos finalmente los alcanzaran?

Poco a poco la película abandona la simple dualidad del “bien” y el “mal” para abordar los conflictos de los protagonistas desde una perspectiva más real, más de nuestro mundo. De repente los personajes se ven atrapados en una “telaraña” en la que se desenvuelven con cuidado de no quedar atrapados para que otros se los coman. Cuando un problema se hace cada vez más grande y difícil de controlar ¿quién tiene la culpa? ¿Es de todos o de nadie?

Más allá de la increíble música compuesta por Stephen Sondheim, las actuaciones de luminarias de la talla de Meryl Streep y un diseño de producción increíblemente detallado, esta película nos plantea una serie de conflictos y material psicológico digno de analizar que aquellos de mente aguda disfrutarán bastante.

 

“Witches can be right, giants can be good.

You decide what’s right, you decide what’s good”

– No One Is Alone, canción clave de la película

Into The Woods puede parecer un montón de sosos personajes de cuentos de hadas cantando sin fin, pero en el fondo esta cinta nos enfrenta con nuestro sistema moral por ratos defectuoso e insuficiente donde las cosas no son tan sencillas de resolver como desearíamos, y por ello (en mi opinión) vale la pena verla en las salas de cine.

[1] Egresado de Diseño Gráfico por la Universidad La Salle y escritor de ficciones. Interesado en alfabetidad visual, hermenéutica y la evolución del signo hasta nuestros días.