Cuando un ciclo se cierra las señales son claras, evidentes, para todos aquellos que esperaban, para todos los que aun creen en el hombre y en su naturaleza divina, capaz de superar todos los escollos y también todas las atrocidades que el egoísmo, la obsesión por el poder y la ignorancia pueden causar.

Cuando llega el cambio de ciclo salen a la luz todas las mentiras, todos los chanchullos, todas las maniobras que desde la élite se realizan bien para perpetuarse en el poder bien para enriquecerse lo más rápido posible, creyendo quizás que todo pasará desapercibido y estando convencidos de que los ciudadanos de a pie somos todos tontos. Error muy común entre los poderosos.

Es entonces cuando queda claro que conceptos como democracia, libertad, derechos humanos, constitucionales, etc. fueron simples mecanismos utilizados para hacer creer a los pueblos que estaban integrados en una sociedad coherente, bien estructurada y protegida por lo que ambiguamente se denomina Estado.

Pero la realidad es que todo es teoría, que los derechos de los ciudadanos no existen, que los que suben al poder utilizan argumentos convincentes para atraer el voto, que luego usan como aval, pero que olvidan y desprecian con total impunidad, porque quien se apropia de dinero público puede llegar a ser imputado, pero quien utiliza la Constitución a su antojo e interés no lo es, como tampoco lo es quien gana las elecciones con un programa electoral y luego no cumple ni uno solo de sus artículos o promesas.

Si quien se apropia de lo ajeno, de lo público, es un delincuente, ¿cómo se podría definir a quien consiguió los votos ciudadanos que le llevaron a la presidencia del país con engaños, con mentiras, con falsas promesas? ¿Qué castigo debería sufrir?

Pero el tiempo no perdona. Una a una todas las mentiras, y con ellas todos los tramposos, van cayendo.

Y lo que queda, porque ya se ha levantado la veda, porque algo nuevo se mueve en la calle.

Pero… ¿Qué efecto tiene todo ello en los ciudadanos?

Parece ser que la indignación dio paso a la organización y a la comprensión de que para limpiar de basura el país hay que enfrentarse a los corruptos y a quienes les arropan en igualdad de condiciones, es decir, hay que estar donde se cocinan las leyes, donde se toman decisiones. Hay que quitarles el poder.

Y en eso se está. Pero ojo, no olvidemos que el poder lleva en sí mismo el germen de la corrupción, del uso interesado, de la tentación. Que no se olvide que el poder es un arma de doble filo.

Por ello, después de la experiencia vivida en este país, después de asistir a la degradación y perversión de la democracia, hay que tener claro que para no volver al mismo punto son necesarias leyes, leyes nuevas y nuevos responsables encargados de que se cumplan.

Y la primera de todas, tal vez la más importante, sería que todo partido aspirante a gobernar el país estuviera obligado a cumplir punto por punto su programa electoral, el mismo con el que atrajo los votos que le llevaron al máximo poder.

De no hacerlo en el plazo de su legislatura, la Ley le impediría seguir presentándose a nuevas elecciones e, incluso, le exigiría convocar elecciones anticipadas si el partido gobernante no se ve capaz de cumplir su programa.

Sería una sencilla medida que, junto con otras muchas, serían sometidas a referéndum para que fueran los ciudadanos lo que decidieran con su voto su transformación en Ley.

Otra propuesta de Ley sería respecto a la mayoría absoluta y su uso como rodillo que convierte a los demás partidos, y con ello a los demás ciudadanos que les votaron, en simples espectadores inútiles para el desarrollo de la política que rija los destinos del país.

Como es difícil o imposible eliminar esa posibilidad de mayoría absoluta, aunque sería ideal, el partido que la ostente estaría obligado por Ley a aceptar e incorporar un número determinado de propuestas de cada partido, teniendo en cuenta los resultados de las elecciones y siempre con el voto afirmativo de todos los partidos.

Pero para que se dé un paso adelante en la regeneración democrática, es indispensable la utilización más a menudo del referéndum, porque eso transmite al ciudadano confianza en el sistema al ver que éste cuenta con él, al sentirse partícipe de los pasos que se den, de las medidas que se tomen.

No se trata sólo de cambiar de caras, de proyectos, de programas, se trata de abrir las puertas de la democracia de par en par para que deje de ser un coto privado desde donde se mangonean todas las estructuras del país. Se trata de convertir al ciudadano en copartícipe de todo lo que se haga o se pretenda hacer, no de hacer los cambios a sus espaldas y hacérselos tragar por la fuerza.

¿Y por qué este es el tiempo esperado? Porque se acabó un ciclo, porque la degeneración democrática ha tocado fondo, porque los ciudadanos están reclamando un cambio donde se cuente con ellos, porque la confianza en los políticos está en mínimos y están surgiendo cada vez más organizaciones que pasan de los políticos y de sus mentiras. Nunca en la historia de la democracia había estado tan baja la valoración de los políticos, y eso es algo que se han ganado a pulso, por ello, las soluciones, los cambios, no pueden quedar sólo en manos de ellos.

Además, los ciudadanos ya han comprendido que nadie está por la labor de solucionar sus problemas básicos y mucho menos los nuevos que traen los tiempos, porque en temas como preparación para el cambio climático, para las tormentas solares y para todo aquello que tenga que ver con los cambios que están amenazando nuestro entorno, los políticos no tienen tiempo, ni visión, ni conciencia, ni capacidad.

En otros países ya nos llevan años de ventaja en preparación y prevención.

Por todo lo expuesto, este es el momento del cambio hacia una democracia más participativa, en la que el ciudadano pueda votar, a través del referéndum, y contribuir a la regeneración y a la transformación de la sociedad.

Y no olvidemos algo que está en la mente de casi todos, la reforma de la Constitución, porque no es de recibo que algo que se creó bajo las circunstancias de la transición siga siendo efectivo en estos tiempos.

Tal vez por eso su uso interesado según las conveniencias del partido en el gobierno.

Este es el tiempo esperado del cambio.

No más jerarquías intocables. No más “dioses” de barro. No más gobernar por imposición. No más mentiras. No más indeseables, ignorantes, prepotentes e incultos en los puestos de responsabilidad del país.

Existen muchos ciudadanos preparados en este país para llevarlo por el buen camino, responsables que demuestren también un profundo sentido de humanidad, de respeto a los derechos ciudadanos, a los avances sociales conseguidos, al principio de igualdad de todos ante la Ley y ante la Vida y sus circunstancias.

No es difícil, solo hay que tener conciencia y principios. Y es cierto que escasean esas cosas, pero también lo es que hay quien los conserva y lucha por ellos.

Este es el tiempo y, como sucede en el huerto, cuando plantas en el tiempo adecuado recoges buenas cosechas.

En España hay buena tierra y buenas semillas. Quitemos las malas hierbas, tiremos la basura al basurero y sembremos con ilusión y confianza.

Pero no nos olvidemos de vigilar y cuidar la nueva cosecha. Las plagas siguen al acecho. Δ