La realidad nos muestra que aun existe un buen número de individuos que son afectos a espectáculos donde se ritualiza, con un discutible barniz de “arte” (sí aceptamos la tortura como arte) el maltrato, la crueldad, el ensañamiento y la muerte de los animales. Me refiero concretamente a las corridas de toros, “espectáculo” donde el asistente acude a ver a un individuo calzado con unas zapatillas y vestido con un ajustadísimo traje color de rosa adornado con lentejuelas, que se dedica a torturar, martirizar y finalmente matar a un animal que no tiene más culpa que ser lo que es. La tortura del animal, es prolongada al máximo para solaz y esparcimiento del espectador que va al coso a desahogar sus patologías y complacer su gusto por visualizar la sangre y el maltrato a un ser vivo. Es, definitivamente, y por donde se le vea, un espectáculo brutal, sádico; festival de sangre y maltrato donde el asistente desconecta el neocórtex para dejar funcionando solo el cerebro límbico.

La crueldad con los animales, sean estos toros, perros, gatos etc. ha sido motivo de estudio de psiquiatras, psicólogos y criminalistas. Numerosos estudios demuestran la correlación entre crueldad con animales y diferentes trastornos psiquiátricos, vandalismo y otros actos antisociales incluyendo violencia contra las personas. Según un estudio (Arluke et al. Journal of Interpersonal Violence, 1999), un maltratador de animales presenta cinco veces más probabilidades de cometer crímenes violentos como agresiones físicas, violaciones y asesinato; cuatro veces más de delinquir contra la propiedad; y tres veces más de cometer delitos relacionados con las drogas. Las investigaciones también establecen un vínculo especialmente estrecho entre el maltrato hacia los animales y la violencia doméstica. Aquellos que perpetran actos violentos contra animales son más proclives a cometerlos también con sus cónyuges o hijos.

Debido a la tendencia a la reincidencia en los casos de crueldad con animales y dicha correlación con otros actos antisociales, en Estados Unidos existe la propuesta de Ley SB 1277 para elaborar un registro oficial de acusados de maltrato con animales, del mismo modo que se hace con los agresores sexuales. En su momento, el entonces Presidente Obama endureció las leyes que castigan el maltrato animal.

Teniendo en cuenta las numerosas evidencias que asocian el maltrato de animales con la violencia hacia los seres humanos, muchos gobiernos han tomado medidas para fortalecer sus leyes de protección de los animales. El FBI utiliza información sobre casos de maltrato de animales para buscar e identificar a delincuentes violentos. Uno de los estudios más conocidos es el elaborado por el FBI en asesinos en serie, según el cual un 46% de estos maltrataba animales durante la adolescencia.

La conclusión es obvia: Una persona que abusa de los animales no tiene empatía hacia otros seres vivos y tiene el riesgo de generar violencia hacia las personas

Es por lo tanto evidente que se deben estudiar los factores predictivos de la violencia futura (falta de empatía, enfermedad psiquiátrica, lesión cerebral, crueldad con animales, trastorno de los impulsos y/o retraso de la maduración esfinteriana) para entender el complejo fenómeno de la violencia humana.

La próxima vez que conozca a aficionado a la fiesta taurina, peleas de gallos o de perros, deténgase a pensar un poco y pregúntese mentalmente si acaso esa persona, siendo ya un joven, se orinaba en la cama o disfrutaba matando a sus mascotas. Todo puede ser.

Alejandro Vázquez Cárdenas