Primero vamos a la definición de amanuense; palabra que deriva del latín y literalmente significa “persona que escribe al dictado”. Esto no tiene nada de malo si esa persona ejerce la profesión de secretario o algo parecido. Pero si hablamos de periodismo aquí sí que las cosas cambian. Amanuense se le dice al columnista, analista, editorialista que vende o alquila su pluma al mejor postor. Puede ser por dinero, que es lo más frecuente, pero también por una cuota de poder o alguna determinada prebenda.

Desde hace meses, y sin haberse dado señal de arranque, han iniciado, a tambor batiente, las precampañas o como se llamen, para ganar la Presidencia de la república en este próximo 2018. Con dinero de nuestros bolsillos, mucho por cierto, los diversos partidos están utilizando todos sus medios, legales o ilegales, para promocionar a sus cuadros y para criticar, denostar o de plano insultar a sus adversarios políticos. Revisan todo, desempolvan viejos archivos, hacen búsquedas exhaustivas en cuanto rincón pueden, con la idea de encontrar un “esqueleto en el closet” o cuando menos algún dato que parezca turbio para golpear o enlodar a los adversarios. Y si no encuentran nada, pues a inventarlo que para eso está eso de “miente, miente, que algo queda”, frase atribuida falsamente a Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda del III Reich, creador de la publicidad moderna y Gran Gurú de muchos “periodistas” de la actualidad, aunque lo nieguen y se enojen.

Estos seguidores del “Tlacuache” Garizurieta: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”, perennes habitantes de las sentinas del periodismo, estos incombustibles personajes son muestra de que en México el oficio de amanuense está más vivo y extendido de lo que pudiéramos suponer. Detectarlos en ocasiones es relativamente fácil cuando se trata de los, digamos, “amanuenses amateur”, bien sea por que tiene poco tiempo en el negocio o por sus limitaciones intelectuales y de formación, pero en el caso de los amanuenses de mas vuelo y por lo tanto más entrenados, la tarea puede ser más compleja, pero nunca muy difícil, pues invariablemente enseñan el hilo que los ata al poderoso que los maneja. Los encontramos en la televisión abierta en diversos horarios, en noticieros de la televisión por cable, en las llamadas “mesas de opinión” o foros de discusión; contaminan diversos noticieros radiales y obviamente en prácticamente todos los periódicos impresos, en algunos más que otros, y en las omnipresentes redes sociales, bien sea con su propio nombre o por medio de “bots”.

Por estos días se esmeran en desquitar la paga y los vemos laborar con entusiasmo digno de mejor causa y corroboramos que nunca han desaparecido, pues como el dinosaurio de Monterroso, cuando despertamos el amanuense seguía ahí. El encargado de despertarlos ha sido el irresistible tintineo de las 30 monedas.

Las administración cambian, los tiempos cambian, las lealtades cambian, pero la venalidad sigue y el Dios Dinero sigue mandando. En el mundo del amanuense no importa sesgar las noticias o mentir, el chiste es descalificar, sembrar desinformación y fomentar el resentimiento. Todo sea por dinero y poder. ¿Qué la objetividad desaparece? Ni modo, al fin y al cabo estos “periodistas” se han curado en salud desde antes afirmando que la objetividad no existe. Cierto, la objetividad absoluta es utópica, pero estos amanuenses de plano la desaparecen.

¿Dónde escriben estos amanuenses?, prácticamente en casi todos los periódicos, grandes y chicos, tanto los de circulación nacional como estatal. Identificarlos no es difícil, varios de ellos cobran o cobraron por mucho tiempo como funcionarios en oscuras estructuras oficiales de los gobiernos priístas, panistas y perredistas. Fueron o son beneficiarios del sistema que con tanta pasión defienden. Los podemos ubicar fácilmente; su línea argumentativa (es un decir) primaria está basada en descalificar al adversario, cantar loas a su patrón, pero sobre todo salta a la vista su carencia de razonamientos, su abundante uso de adjetivos, su desolador desconocimiento de la Historia y su vergonzosa posición de vasallos frente al poder.

Amanuenses… una plaga del periodismo.

Alejandro Vázquez Cárdenas